No levantaba más de un palmo del suelo, no me atrevería a adivinar su edad, a ratos parecía un niño y al instante un adulto. Se acercaba de manera tímida y decidida hacia los pocos turistas que se encontraban dispuestos a acceder a una de las miles de pagodas que existen repartidas por Myanmar.
Yo le observaba fijamente su manera de actuar, no me preguntéis por qué pero ese niño me despertó una sensibilidad especial. Nuestras miradas se cruzaron y, por una extraña razón que desconozco, dejó de comportarse como un adulto para pasar a ser un niño ante mi mirada. Agachó la cabeza al mismo tiempo que se le escapaba una medio sonrisa tímida. Seguro que hubiera deseado que, al darse la vuelta, allí estuvieran las piernas de su madre y así poder esconderse de mis ojos, pero su madre no estaba allí para rescatarlo.
No os podéis hacer una idea de cómo era esa mirada vergonzosa, esa sonrisa tímida… La visita a la pagoda ya no existió para mí, mi atención se marchaba hacía él. Observé, sin perder detalle, la manera en la que pedía insistentemente limosna, con ese gesto tan destructivo para los corazones, llevándose la mano a la boca, en señal de hambre.
Al salir, nuestras miradas se volvieron a cruzar, él huyó de mi camino, pero mirando hacia atrás, buscándome, sin desdibujar esa media sonrisa de su cara y juntando la barbilla contra su pecho, en gesto tímido.
Me acerqué a él, fingía buscar alguna piedra en el suelo, lo abracé, él no, sus brazos no llegaron a rozarme. En ese mismo momento apareció su madre y su actitud conmigo cambió de manera radical. Escuché esa palabra que tanto dolor me causa escuchar de un niño… “money money”. Con todo el dolor de mi corazón no le di nada, sólo ese abrazo, que quizás necesitaba yo más que él. El dar dinero a ese niño supone una justificación más para que la madre lo siga llevando allí, a pedir dinero. Por mucho dinero que un niño gane, nunca será suficiente en comparación con todo lo que se está perdiendo.
Son muchos los conflictos internos que se tiene en estas situaciones. Te sientes mal por poder viajar, por tener infinidad de bienes materiales que en ese momento los ves egoístas e innecesarios, pero que una vez llegas a casa vuelven a cobrar sentido aunque no lo tengan.
Acto seguido, él me dijo que para acceder a esa pagoda gratuita que acababa de visitar, le tenía que abonar 50 céntimos de euro al cambio. Para que se olvidara del dinero, jugué con él, como podría hacerlo con mis sobrinos. En la feroz lucha de cosquillas le hice daño, su cara se tornó radicalmente, arrugó el hocico y se cruzó de brazos, enfadado por algo que ni él sabía muy bien. Ya no se fiaba de mí, ya me había convertido en uno más, y no en ese alguien especial que me había hecho sentir al principio.
De repente volvió a dirigirse hacia mí para decirme que coleccionaba monedas de todos los países, aunque le gustaban más los billetes. Triquiñuela que ya me sabía bien de Etiopía, donde tras haber recaudado una gran cantidad de billetes, los cambiaban por moneda local. En ese momento pasó por nuestro lado un turista francés, el cual sí que se creyó la historia del coleccionista de monedas del mundo, y le dio una moneda. Lo impedí, a riesgo de saber que pasaría de no especial a «odiado» por él. Así sucedió, su enfado se transformó en «ira», su lengua casi tocaba su nariz al hacerme burla. Le pregunté por qué no iba al colegio, por qué estaba allí en lugar de ir a la escuela. Casualmente ese día no había colegio.
En ese instante, una voz se dirigió hacia nosotros, “es verdad que hoy no hay colegio, pero él no va nunca”, voz desaprobada con una patada al aire por parte de él. Ella hablaba cuatro idiomas, iba a la escuela y en los días que no trabajaba ayudaba a su madre. Quería ser guía. Hablaba un inglés perfecto, poco habitual en Myanmar e inusual en muchos países europeos a esa edad.
Él era rubio, a la vez que moreno, ojos negros y azules, moreno y de tez blanca… bueno, en realidad este niño no existió como una única persona y esta historia como tal nunca sucedió, pero sí que son un conjunto de historias reales que experimentamos en Myanmar, con él, con ellos.
Niños del mundo que hoy, pocos días después del día universal del niño, queremos homenajear. Pequeños que te encuentras en mitad de las calzadas, a las puertas de los lugares turísticos, chiquillos que parecen adultos, que saben hablar más idiomas de los que tú serías capaz de hablar en tres vidas. Niños por los que todos tenemos que luchar para que su sitio no esté ahí y sí en la escuela.
En Myanmar existe un bajo porcentaje de escolarización. Los docentes reciben un salario bajo en Birmania, es por ello que se pide una cuota por alumno para poder asistir a la escuela, dinero que no todas las familias se pueden permitir.
Los niños son explotados en este país. No es difícil encontrarte un mocoso de apenas 12 años sirviéndote una cerveza y fingiendo tener 16 años al ser preguntado.
Hace poco leí un estudio que se había realizado a 197 países. El resultado era demoledor: 76 de esos países realizan prácticas laborales con riesgos extremos a los menores. ¿Sabéis cuál era el peor de esos 76 países? Sí, Myanmar. Aunque no es el único, en países como Bolivia, por ejemplo, la edad mínima para trabajar, aprobada por el gobierno, es de 12 años. Tremendo ¿verdad?.
Y no hablamos únicamente acerca de aspectos laborales, países en conflicto fuerzan a los menores al reclutamiento y aprendizaje para el combate. Son usados de conejillo de indias, como portadores, las niñas como objeto sexual para los soldados… Y así un sinfín de países que roban el alma infantil a los niños para exigirles uno que no les corresponde.
Ojalá que algún día nos demos cuenta de que el trabajo infantil no es un juego de niños. Cuidemos el valor más preciado que tenemos, ¡a él…a ellos, a los niños!
Estupendo post, una lectura fácil, fluida y sobre todo agradable. viajo a ese país en menos de un mes. Peco muchas veces cuando veo tanta miseria, tus razones también son las mías, pero a veces mi corazón es más fuerte que mi mente. Intentaré que esta vez no suceda. Un saludo desde Sagunto
Hola Luisa. Muchas gracias por tu comentario. Te va a encantar Myanmar, es el país con la gente más maravillosa que jamás hemos conocido. Respecto a los niños, es difícil no caer en la tentación de ayudar, pero muchas veces no somos conscientes de que estamos haciendo todo lo contrario. Un abrazo muy grande y disfruta de ese gran país que es Myanmar.
Pedazo de post! Comparto el contenido aunque mas de una vez he pecado… Fotos de 10. Haces periodismo del bueno amigo! Saludos desde México!!!
Hola wey!! 🙂 Gracias por pasarte por aquí con el poco tiempo que tendrás libre 🙂 . Todos hemos pecado alguna vez, lo bueno es intentar rectificar esos futuros pecados. Un abrazo Irene, eres un solete
Me ha encantado vuestro post. Todo lo que contaís y cómo lo contáis. Nosotros hemos pasado el último mes y medio en India, donde esa visión era el pan de cada día. Duele mucho ver eso día tras día. Conocimos a una chica que se crió en la calle y que ahora quiere que su hijo vaya al colegio y no viva como ella. Nos dio esperanza.
Enhorabuena de nuevo por vuesto post y por las fotos, a ver cuando consigo yo instáneas como esas.
Un saludo desde Nepal 🙂
Hola María. Bienvenida al blog, y mil gracias por molestarte y dejar un comentario. Hemos estado también en India y allí todo esto de lo que hablamos se multiplica por infinito, tienes toda la razón del mundo. Creo que es el país donde he visto más niños en la calle pidiendo, aunque en cuestiones de trabajo infantil, Myanmar se lleva la palma. Una lástima, se nos rompe el corazón la verdad.
Ahora nos damos una vuelta por tu blog, que seguro que las fotos son mucho mejores de lo que dices 🙂
Un saludo desde Madrid
PD: Qué envidia esos saludos desde Nepal 😀
Un gran artículo y todo lo que habláis lo he vivido personalmente. Tanto Myanmar, camboya, India…. Cuando le preguntábamos a un niño si iba al colegio todos decían «he ido x la mañana», «voy a la tarde», «hoy fiesta»…. Es triste ver cómo otros viajeros les dan dinero, regalos o les compran… Hay qué intentar hacer turismo responsable, lo más que se pueda.
Saludos!!!
Hola Erik, gracias por pasarte amigo. Como comentaba más abajo, es muy difícil a veces no intentar «ayudar», pero tenemos que saber que cualquier ayuda que queramos hacer debe ser de una manera que no les perjudique a la larga, en vez de ayudarles. Yo he visto turistas regalar caramelos como si de un rey mago se tratase, y los niños pegándose por ese caramelo y esperando que venga otro turistas a regalar caramelos. Un poco de por favor y no nos creamos Robin Hood.
Un abrazo
Qué buena y necesaria reflexión chicos, los niños son los más fáciles de manipular, las herramientas que los alumnos sabes que mejor funcionan para conseguir lo que quieren, básicamente dinero de los turistas… Como bien decís, hay que luchar por ellos y protegerlos porque solo con una escolarización y evitando el analfabetismo es como les podremos ayudar. Es verdad que es muy difícil resistir esas miradas que piden a gritos una «simple» moneda para nosotros, pero la diferencia (aunque errónea) para ellos… muy difícil, pero un gesto necesario por nosotros, por ellos, por el futuro… Genial narrado y preciosas fotografías, enhorabuena 🙂
Muchas gracias chicos. Subrayamos todo lo que decís. A nosotros nos toca hacer todo lo posible que esté en nuestra mano para intentar que esos niños no estén ahí. Y a otros (gobiernos) les toca hacer su parte y permitir que escuela pública o prohibir el trabajo infantil a menores. Si ni ellos, ni nosotros ponemos de nuestra parte al final sufren los más vulnerables, los niños.
Un abrazo chicos y mil gracias por comentar
Muy bueno. La verdad es que, por desgracia, te encuentras con esas situaciones en las que tu conciencia lucha contra tu corazón y al principio no es fácil tu respuesta.
El jugar, reír o hacer cosas fuera de lo «común» a lo que no están acostumbrados con turistas, les «choca» y hay veces que te miran cómo un bicho raro. Pero no hay a ninguno que no le guste que lo trates cómo se merece realmente (aunque se enfade y pegue patadas al aire) Lo habéis bordado chicos, perfectamente plasmado. Un abrazo
Gracias chicos por pasaros. La verdad es que no se nos ocurre otra forma de que se olviden de vernos como turistas a los que pedir y que nos vean como unas personas con las que jugar y poder ser lo que son…niños. Es cierto que a veces te miran como bicho raro o te hace burla , pero ya no te piden dinero, que al final es la intención :). Pero el problema en muchos casos, como comentamos, es que en Myanmar hay que pagar un cuota para ir al colegio, y hay familias que no se lo pueden permitir, pero en estos casos no tenemos que ser nosotros los que hagamos algo, una pena.
Abrazos
Bonito. Emocionante. Muestra vuestra sensibilidad e inteligencia. De acuerdo total. Afortunadamente la mayoría de los niños, incluso en Myanmar, no son así y te dan muchas alegrías en los viajes.
Muchas gracias Francisco, como siempre. Los niños sólo dan alegrías, lo único que hay que saber cuidarlos. Con leyes como las de Bolivia en las que la edad mínima para trabajar es de 12 años mal vamos.
Un saludo
Myanmar deja huella y sus niños más todavía. Yo me los hubiera traído a todos en la mochila. Recuerdo una niña en Bagan que me persiguió durante más de media hora para que le comprara unas postales. Pero también tuve buenas experiencias como tres peques con los que estuve jugando sin más un buen rato en el puesto de fruta de su madre y que me regalaron sus risas.
Es muy preocupante la situación de la infancia en Myanmar donde aún queda mucho mucho por hacer… Traté de explicarlo en este post hace ya tiempo. Os lo comparto aquí porque tiene que ver la temática:
http://deilusionarecuerdo.com/myanmar-ninos/
Felicidades por el posy por poner el foco en la injusticia de la explotación infantil
Besotes
Patricia
Hola Patricia, muchas gracias por tu comentario :). La verdad es que antes de ir no nos imaginábamos que existía tal situación en Myanmar. Pero una vez en España nos hemos informado y está lider en explotación infantil, increíble.
Se nos rompe el corazón cada vez que se nos acerca un niño a pedirnos o vemos a un niño trabajando en un bar o captando clientes para un guía etc. Por mucho que nos duela tenemos que intentar no contribuir en eso. Nosotros, como comentamos en el post, intentamos siempre que ese niño se olvidé de ser adulto y pase a ser niño, ya sea con un juego, con cosquillas etc.
Esperemos que poco a poco esta situación de explotación infantil vaya cambiando. Nos pasamos por tus post y le echamos un ojo sin duda.
Un beso mami 🙂
Un post con una sensibilidad muy especial, genial chicos. Para nosotros, que tratamos a diario con niños, nos resulta difícil de entender las diferencias tan grandes que hay en materia de derechos entre los niños. Y, sobre todo, el desconocimiento que ellos tienen sobre la situación de sus «tocayos de edad» en otras partes del mundo. Me encantaría que mis alumnos viajasen y lo viesen, que compartieran una conversación con ellos, un juego e incluso un conflicto y que su mente se abriera. Que ambas partes aprendieran algo, que se entendieran y que se dieran cuenta que siendo diferentes, les une algo muy grande y bonito que es el derecho a ser niños. El derecho jugar, a aprender, a observar, a asombrarse con el mundo y a prepararse para vivir en él. Ojalá una de nuestras asignaturas fuera «Ciencias del Viaje» =)
Abrazos!!
Manu
Hola Manu, mil gracias por pasarte. Totalmente de acuerdo en todo lo que dices. Pienso que tus alumnos son afortunados por tener un profesor que les puede enseñar todos esos valores que se adquieren viajando, incluso antes de viajar. Ojalá te hubiera tenido yo de profe jeje.
Me has dado una idea y voy a leer este articulo con mi sobrino mayor (7 años) y explicarle algunas cosas.
Aunque no esté todo en nuestras manos, al menos, cuando viajamos, podemos intentar no contribuir y fomentar que estos niños estén ahí en vez de en la escuela.
Un abrazo y mil gracias
Uf, vaya cuerpo que te deja el post… La historia no es real pero podría serlo. Creo que todos la hemos vivido apenas hemos salido del primer mundo. Y lo peor como dices es darles dinero y contribuir a ello, es como el pez que se muerde la cola. En mi primer viaje a Marruecos me lo explicó el tío de mi amiga Celia (que es marroquí y profesor). Espero que tu post sirva para enseñar y concienciar.
Como siempre, mucho nivel 🙂
Un abrazo
Gracias Patri como siempre. En realidad son un conjunto de historias reales, con niños, que vivimos en Myanmar, unificadas en una única. Diferentes niños pero todos en la misma situación. No debemos contribuir e intentar que vuelvan a ser niños. Nosotros siempre lo intentamos ya sea con un juego de cosquillas, unas risas… Un besazo Patri y Mil gracias