Estamos en una habitación oscura, a la luz de una tímida bombilla. Fuera, hace una gélida noche. Es invierno, y además Navidad. Acabamos de llegar a casa de Ramona. Ha sido un día agotador. Es nuestro último día en Múnich y lo hemos empleado, entre otras atracciones, en visitar el campo de concentración de Dachau, un símbolo de la inhumanidad. Nos íbamos a marchar ya a la cama cuando nuestra host se ha sentado a charlar con nosotros.
– «¿Qué tal el día de hoy? Es una lástima que os marchéis mañana.»
– «Ha sido un día increíble, aunque venimos del campo de concentración en estado de shock.»
– «¿Dachau? ¿Qué os ha parecido?. Yo lo conozco muy bien.»
Y aquí comienza un relato de más de 15 minutos donde Irene y yo apenas pestañeamos. Nos traducimos el uno al otro, no queremos perdernos nada de lo que nos está contando.
«Mi abuelo trabajó allí y no sólo a un lado de la valla, terminó haciéndolo desde ambos lados. Era herrador de caballos, el único del pueblo. Le reclamaron y comenzó a trabajar en el nuevo campo de concentración que se había construido en Dachau, donde antes estaba la fábrica de municiones. Nadie sabía muy bien qué era, y para qué, ya que apenas salía información al exterior. Pero si te llamaban, había que ir.»
Dachau fue el primer campo de concentración nazi que se construyó en Alemania. Estuvo 12 años en funcionamiento. En un principio fueron encarcelados exclusivamente presos políticos, casi en su totalidad alemanes contrarios al régimen, considerados por ello un peligro para la seguridad del estado.
De puertas para afuera, el campo de concentración de Dachau daba una imagen de orden, disciplina y limpieza. Era imposible saber lo que allí dentro sucedía. De hecho, los presos eran obligados a cantar mientras se dirigían a los campos de trabajo. Ante los ojos del pueblo nada era alarmante.
Con el comienzo de la guerra se pasó a encarcelar también a cualquier persona considerada racialmente inferior, como gitanos y judíos. Comenzaron los experimentos médicos con indefensos reclusos que hacían la función de conejillo de indias. El fin de estos experimentos era conseguir métodos curativos para los soldados alemanes en guerra, o antídotos contra enfermedades como el paludismo y tuberculosis. Los presos eran infectados con la enfermedad, para así poder realizar diferentes pruebas hasta dar con la cura.
Sus ojos brillan, su voz se entrecorta de emoción, en un inglés comprensible y calmado podemos percibir el orgullo que siente por su abuelo y las ganas de demostrarnos su desaprobación ante lo que sucedió hace ya más de 70 años.
«Mi abuelo iba un día tras otro a trabajar allí. En principio, nada fuera de lo normal. Los días pasaban y comenzó a ver cosas que diferían mucho de lo que debería ser un simple campo de concentración de presos políticos. Algo vio, no sabría decir el qué, algo que fue determinante. Ya los días no eran un mero trámite donde ir a trabajar y volverte a casa. La jornada laboral se había convertido en un auténtico tormento. Ahora sí, mi abuelo fue consciente de lo que allí estaba sucediendo, la barbarie que se estaba cometiendo contra el pueblo judío y toda la población que pensara diferente al régimen.»
Los miembros de las SS trataban a los judíos de peor forma que al resto de presos. Simplemente un botón perdido o una respuesta equivocada eran motivo suficiente para ser brutalmente castigados.
Un dato curioso es que, a pesar de que en el campo de concentración de Dachau se había instalado una cámara de gas, por razones desconocidas ésta nunca se puso en funcionamiento.
Ramona sigue contándonos.
«Se armó de valor y abandonó el campo de concentración. Junto al cura del pueblo trató de acabar con aquella masacre. Su único objetivo era salvar a los pocos judíos que aún no habían sido llevados a campos de concentración. Dedicó su vida a ellos: escondiéndolos en el bosque, construyendo refugios donde dormir para protegerse del cruel invierno, todo con un único fin, conseguir sacarlos de Alemania. Esto lo estuvo realizando hasta que fue delatado por un familiar propio, su cuñada.»
Entre la población alemana existía un gran temor a represalias. Muy pocos se rebelaban contra el régimen. Eran constantes las traiciones y chivatazos para salvarse uno mismo.
«Mi abuelo fue llevado a Dachau. Esta vez para trabajar al otro lado de la valla. Fue torturado hasta tal extremo que no consigo comprender como logró sobrevivir… quizás simplemente por ser alemán.»
En poco tiempo, el porcentaje de alemanes en el campo de concentración de Dachau pasó a ser muy bajo. Todo preso que ingresaba en el campo de concentración de Dachau era maltratado y vejado. Dejaban claro, desde el primer momento, que no eras nadie y que no tenías ningún derecho. Todos eran marcados con un triángulo de tela de un color, distintivo que indicaba la categoría del preso. Todos ellos eran condenados allí dentro a ser explotados, a pasar hambre y sufrir torturas. Pero al mismo tiempo los miembros de las SS eran conscientes de la importancia de los presos para el crecimiento económico del país.
– «¿Sobrevivió?» – pregunté yo.
– «Sí, fue liberado por las tropas estadounidenses y puesto en libertad. Eso sí, en un estado lamentable.»
Los bombardeos se acercaban a Dachau. Los presos vivían entre esperanzados por la pronta liberación y aterrados por la posibilidad de ser masacrados ante la llegada de las tropas americanas… para así no dejar pruebas. El 29 de abril, de 1945, el campo de concentración de Dachau fue liberado. El paisaje era dantesco. Centenares de cadáveres se encontraban apilados fruto de la hambruna y epidemias.
Aunque no existen datos exactos, por el campo de concentración de Dachau pasaron más de 200.000 presos, de los cuales hay confirmados 31.951 fallecimientos – aunque se calcula que el número de muertes puede alcanzar las 41.000 –
Su abuelo murió en el año 2002. Ramona, nuestra host, abandona por un instante el tono sosegado para alzar mínimamente la voz y asegurar que se siente muy orgullosa de su abuelo y que por eso habla sin ningún tipo de pudor de aquellos años.
«Quizás otros no hablan porque no se sienten tan orgullosos de lo que hicieron sus antepasados» – nos dice Ramona.
Ramona se despide y se marcha a la cama. Nosotros nos quedamos unos minutos más en la habitación, nuestro lugar de reunión, en silencio, mirándonos emocionados de lo que acabamos de escuchar. Sólo se rompe el silencio para contrastar, el uno con el otro, si lo que hemos entendido es correcto puesto que nos fiamos poco de nuestro inglés. Contrastadas ambas interpretaciones, sí, lo que acabamos de escuchar es tal cual, es tan horrible como cada una de las historias de los presos que sufrieron el régimen inhumano del Tercer Reich.
El campo de concentración de Dachau no es simplemente un símbolo en memoria de los que allí fallecieron, es un recuerdo y homenaje a cada una de las víctimas que sufrieron tanto dentro como fuera, y que siguieron sufriendo del recuerdo durante muchos años.
Datos práticos para la visita al campo de concentración de Dachau
Cómo llegar: Desde el centro de Múnich se debe coger la linea S2 hasta la estación de Dachau. Desde allí coger el autobús 726 en dirección Saubachsiedlung hasta el campo de concentración. Se tarda algo más de 30 minutos desde Múnich.
Horario: Todos los días de 9:00 a 17:00 horas. Más info
Precio: Entrada gratuita. Recomendamos alquilar una audio-guía (3,50 eur) para conocer qué es cada lugar y escuchar alguno de los testimonios.
Tour guiado al campo de concentración de Dachau
Si lo deseas, puedes realizar un tour guiado desde Munich. Contrata aquí el tour al campo de concentración de Dachau.
Hola chicos!
Me ha encantado el artículo.
Hay cosas que aunque se aprenden en libros de historia, te dejan sin palabras cuando las ves de cerca. La verdad es que todavía no conozco este centro, ¡pero me habéis llevado ahí mientras leía el post!
Un fuerte abrazo, y por favor, ¡seguid así!
Javi
Muchas gracias por comentar Javi, nos alegra mucho que comentes por aquí 🙂 La verdad es que hay sitios por el mundo que te voltean el corazón y te hacen imaginar cómo tuvo que ser aquello. Los campos de concentración destacan por el tremendo silencio que existe, síntoma del respeto que tenemos hacia estos lugares. Un abrazo Javi
Espectacular. Escalofriante. Especial. Y todo lo que empiece por Es se merece esto que habéis creado. Desde las fotos (genial ese grano, que bueno eres con las fotos, macho) hasta la forma en que lleváis el relato.
Una PASADA, con mayúsculas.
wow Dani, te damos las GRACIAS en mayusculas también. La verdad es que es una historia que teníamos ganas de contar, nos dejo ojipláticos. Una pena que no haya podido volver a contactar con ella para pedirle más datos. Muchas gracias AMIGO, te vemos el jueves
Que decir… la segunda guerra mundial es uno de mis temas favoritos, asi que con este me teneis ganado enteros 🙂 Me parece maravilloso que esteis recopilando tantas historias interesantes de gente tan dispar, en lugares tan lejanos. Esta en particular me ha recordado La Lista de Schindler. No es una mala linea para seguir. Como ya os he dicho, me gusta mucho el tono que llevais y menudos fotones, colega jajaja cuidaos mucho chicos. Un abrazo muy muy fuerte!!
Gracias Manu. A nosotros nos apasiona el tema también. Siempre que vamos a Alemania nos empapamos bien de la historia reciente del país. Uno de los temas con los que más disfrutamos son las historias humanas, son las que marcan el viaje sin lugar a dudas. No nos piropees tanto con las fotos que las tuyas son espectaculares también :). Un abrazo AMIGO
Ahhhh …ya que hablais de libros relacionados estoy leyendo en estos momentos el de «Anna y el Hombre golondrina» ambientado en Polonia en la época Nazi , es de Gavriel Savit y es fantástico el libro ….os lo recomiendo a todos !!!
Sachsenhausen … ya nada más oir este nombre se me ponen los pelos de gallina!!!!
Lo visité el invierno pasado y a pesar de lo bien cuidado que está para visitarlo, uno se estremece al pasear por allí, el silencio es tal que a veces cuesta respirar. Yo al igual que vosotros ha sido un tema que me apasionaba desde pequeña, en mi casa teníamos un libro que se llamaba deportados lleno de imagenes de lo que había ocurrido en los campos de concentración y me costaba entender las atrocidades a las que el ser humano es capaz de llegar a cometer. Es parte de nuestra historia el holocausto pero es una parte muy oscura, en la que participaron muchas naciones, muchas personas, menos mal que algunas, tal vez una minoria ayudaron a salvar algunas vidas que ahora nos pueden transmitir su experiencia vivida.
Gracias chicos por el post y las fotos hablan por si solas, ya se dice que una imagen vale más que mil palabras!!!
Curiosidad, hablais de Ramona como vuestra host, la conocistéis a traves de Couchsurfing?
Saludos!
Hola Laura, como nos gustan los mensajes que nos dejas :). Gracias a ti por leernos y emplear un poco de tu tiempo es comentar. Ramona es la dueña de la casa en la que alquilamos una habitación por AirBnb. Esta vez no nos quedamos a través de couchsurfing. Gracias también por la recomendación del libro, es el segundo que nos recomiendan en los comentarios y nos encanta eso.
Hemos visitado dos campos de concentración, este de Dachau y Sachsenhausen, es curioso la similitud entre ambos, ya no sólo arquitectónicamente hablando sino también en las sensaciones que se tienen cuando se visita. Es un lugar aterrador que se hace acentúa aún más cuando es contado por una victima directa o indirecta (en este caso Ramona). Saludos Laura
Puede parecer que enseñar hoy en día estos lugares del horror sea con fines lucrativos, pero creo que no, que están cumpliendo la función de mostrar a las generaciones posteriores a la II Guerra Mundial, cuán aberrante puede llegar a ser el ser humano. Aún así, no aprendemos, desgraciadamente- crisis de refugiados sirios, pateras, atentados enarbolando las banderas religiosas, y un sinfín de atrocidades que han ocurrido y están ocurriendo a fecha de hoy- ni oyendo testimonios de viva voz como el que narráís- la historia se repite. Maldigo las guerras y los intereses económicos que las originan.
Muy interesante vuestro relato y muy positivo por ser portavoces de esta persona que ha podido así, a través de vosotros, honrar la memoria de su abuelo.
Enhorabuena de nuevo.
Besos.
Hola Maria José, gracias, de nuevo, por pasarte y comentar :). Respecto a lo que comentas de fines lucrativos, en el caso de Dachau, fueron los supervivientes los que , tras 10 años, volvieron allí y vieron que el campo de concentración seguía funcionando, aunque con otros fines claro, y fueron las propias victimas las que pidieron que se convirtiera en un lugar para el recuerdo y que otras personas pudieran conocer lo que allí sucedió. Y totalmente de acuerdo, hoy en día siguen sucediendo atrocidades en muchas partes del mundo, pero parece que siempre están demasiado lejos y no nos afecta. Una pena. Un beso
Genial artículo, me habéis hecho revivir la terrible historia de este pequeño gran héroe anónimo que arriesgó su vida para salvar la de otros… Qué increíble casualidad que la señora os lo contara. Me he imaginado el libro de «La ladrona de libros» (que si no lo has leído es buenísimo) que transcurre por allí cerca…
Yo fui a Dachau hace varios años, también desde Munich, fue el primer campo de concrentración que visité y es verdad que sales «tocado», aunque has visto cientos de películas no es lo mismo estar dentro del recinto, ver los campos, las letrinas, los hornos… Uf, se me ponen los pelos de punta… Aunque Mattaussen en Austria es mucho peor. Aún así, creo que son visitas que hay que hacer para que no se olvide, para aprender del pasado y que no se vuelva a repetir (aunque tristemente ocurre…)
Un abrazo
Muchas gracias Patri por comentar. Yo he estado en el de Sachsenhausen de Berlín y éste de Dachau. La verdad que escuchar los testimonios de los afectados a la vez que vas viendo cada barracón, cámara de gas etc e imaginarte a esas personas allí uff…es tremendo. La verdad que la historia de nuestra host nos impresionó y nos hizo escucharle con la boca abierta, cómo lo contaba fue emocionante. un abrazo Patri
Y por cierto, me leeré “La ladrona de libros” sin duda
También fue mi primera visita a un campo de concentración, y como tu dices, he visto decenas de películas de la Segunda Guerra Mundial. Pero el estar ahí, cerrar los ojos e imaginar todo lo que sucedió, se me acelera el pulso al recordarlo… Una pena, y no debe quedar el olvido, aunque conlleve tanto sufrimiento… Pero forma parte de la historia.
Y si a eso, encima le unes el testimonio de alguien que lo ha vivido tan de cerca.. Jamás olvidaré ese momento en el que estábamos los tres sentados en la cocina,contándole a Ramona, nuestra host, lo que habíamos hecho en nuestro último día. Y de repente que nos contase su historia familiar… El nudo en la garganta, las ganas de abrazarla, una sensación que se nos quedará grabada para siempre. Esto de viajar y conocer gente es increíble.
Gracias por tu recomendación, lo buscaremos. Un abrazote.
Me gusta el artículo y el testimonio. Otra vez la prueba que los viajes nos hacen crecer y enriquece nuestro ser interior.De niña estaba obsesionado con este tema. Me preguntaba cómo los seres humanos podrían hacer eso. Hoy el mal sigue en otras lugares pero gente Bueno tambien!
Laini no sabes la ilusión que nos hace que comentes en el Blog 🙂 Muchas gracias. A mi es un tema que me apasiona mucho, he estado dos veces en Berlín y una en Múnich y me encanta empaparme de toda la historia de la II Guerra Mundial. En esta ocasión fuimos afortunados de encontrarnos con esta historia tan tremenda. Era digno de ver cómo lo contaba, cómo hablaba de su abuelo. Y estoy de acuerdo en lo que dices, viajar nos hace crecer muchísimo. Besos laini!!