«El español secuestrado por la FARC durante más de ocho meses dice que jamás volverá a Colombia”. He crecido con esta aciaga noticia desde que tenía 17 años. Con aquella edad no me cuestionaba apenas nada, era un momento de mi vida donde sucesos como este motivaban el brote de ciertos prejuicios. Aquel español era uno de los profesores del gimnasio donde mis hermanos y yo hacíamos Karate. Lo conocía desde mi niñez. Fue mi madre la que me comunicó que José Luis había sido secuestrado en Colombia, un país que por aquel entonces me sonaba tan lejano como peligroso. Y la realidad es que, a finales del siglo XX, los niveles de seguridad en Colombia eran extremadamente bajos. Por la cabeza de aquel chaval, que no alcanzaba la mayoría de edad, no cabía la posibilidad de visitar el país sudamericano en un futuro.
Han pasado casi 20 años desde que José Luis fue liberado. Dos décadas en las que el rechazo por Colombia ha estado presente. Ha hecho falta un proceso de paz casi pleno para que decidiese derribar todos esos miedos que surgieron durante mi adolescencia. El pasado mes de diciembre visité Colombia. El país que ideé en mi cabeza durante todo este tiempo era muy diferente al que he conocido y vivido. A día de hoy Colombia es un país que se puede visitar sin ningún miedo, donde la gente te protege, a veces incluso en exceso, y donde te miman hasta tal extremo que puede llegar a incomodar injustamente.
Un poco de historia
Pero y, ¿qué ocurrió para que, durante un largo periodo de tiempo, no se considerase a Colombia un país seguro? En Colombia ha existido un conflicto armado. Para entender el porqué hay que remontarse hasta la organización de un grupo de campesinos liberales entre 1957 y 1964. Reclamaban una reforma agraria. Aquellas protestas, reprimidas por las fuerzas militares colombianas, provocaron la creación de grupos armados opositores: Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia – FARC – y el Ejército de Liberación Nacional – ELN – En oposición a aquellas guerrillas se alzaron grupos paramilitares: Autodefensas Unidas de Colombia – AUC -. Una pugna que suscitó gran inseguridad en todo el país: desapariciones, balas perdidas, asesinatos, secuestros, delincuencia… y el crecimiento del narcotráfico, que a la vez funcionaba como forma de financiación para estos grupos guerrilleros.
Tras varios intentos fallidos y más de 50 años de terror, no fue hasta el 26 de septiembre del 2016 cuando se firmó el tan ansiado acuerdo de paz entre las FARC y el gobierno del presidente Juan Manuel Santos, mutando de grupo armado a grupo político – en sus primeras elecciones celebradas en marzo del 2018, el partido político de la antigua guerrilla no sumó más de 100.000 votos – . Actualmente existen negociaciones abiertas para un proceso de paz similar con el grupo armado ELN.
Colombia se encuentra en la línea de salida hacia un futuro esperanzador. El crecimiento del turismo, en parte, se debe a la posibilidad de visitar casi la totalidad del país sin temor y con plena libertad. Por poner un ejemplo, desde hace 3 años, Caño Cristales ha pasado de ser una zona controlada por las FARC y escenario de constante lucha entre guerrilla y paramilitares a convertirse en uno de los principales atractivos de Colombia. Y lo mismo sucede con muchas otras partes del país. Aunque no te voy e engañar, Colombia aún no es un país 100% seguro, pero y, ¿qué país lo es?
En Colombia es archiconocida la expresión “No dar papaya”. Este dicho debes grabártelo a fuego. No dar papaya es no ostentar en público, andar con todos los sentidos puestos en las calles de las grandes ciudades, en definitiva… hacer uso del sentido común. Otro consejo es evitar parar taxis en ciudades como Bogotá, Cali, Medellín o Cartagena de Indias – es aconsejable que todo quede registrado en las aplicaciones móviles como EasyTaxi o Uber – Como ya hemos comentado, actualmente – a marzo del 2018 – existen negociaciones por la paz con el grupo guerrillero ELN. Infórmate de manera minuciosa antes de visitar una posible zona de conflicto.
Podemos gritar bien alto que no tuvimos ningún tipo de percance en los 30 días que estuvimos en Colombia. Cuando alguien nos pregunta acerca de la seguridad, tras la larga sonrisa que siempre se nos escapa, nuestra respuesta deriva en la cantidad de historias humanas que nos sucedieron y que funcionan como la mejor respuesta posible. La Colombia de ayer queda sepultada por las historias de hoy.
La seguridad de Colombia se mide en historias
Nuestro ángel – o más bien Ángela – de la guarda y su familia
Conocimos a Ángela en 2016, subidos en un bote que nos trasladaba de Mandalay a Mingun, en Myanmar. Bastaron un par de días juntos para saber que nos volveríamos a ver. Y así fue, nuestra llegada a Bogotá no pudo ser más acogedora. En el aeropuerto internacional El Dorado nos estaban esperando Ángela y su familia, dispuestos a cuidarnos durante una semana como nadie lo había hecho antes. Fue el mejor comienzo posible en un país que nos despertaba respeto por todos esos temores con los que cargábamos desde hacía 20 años.
Gracias Angelita, a ti y a tu familia, por permitirnos formar parte de ella.
Familia en San Andrés
El único alojamiento que reservamos de forma anticipada fue el de la isla de San Andrés. En principio solo una noche, antes de partir hacia la isla que mejor define la manida palabra de paraíso, Providencia. Un hombre con un coche destartalado nos vino a recoger al aeropuerto. En la entrada del alojamiento no existía cartel alguno que confirmara que aquel era el lugar que habíamos reservado. Una vez dentro, nos topamos con la realidad: lo que habíamos contratado era una casa particular, aunque en la web se definía como hotel. Aroldo, el padre de la familia, nos confirmó que éramos los primeros huéspedes en su nuevo alojamiento, o – «en su antigua casa» mascullé yo.
Aroldo vivía con Catalina, su mujer, y sus dos hijas. Marie era la pequeña de la casa y la más tímida. Un inesperado frente frío cerró muelle y aeropuerto durante varios días. Aquella única noche se convirtió en cuatro extraordinarias noches extra. No pudimos visitar el paraíso colombiano, pero aquel “bendito” temporal nos permitió disfrutar de otra magnífica semana con otra afable familia. Aquella tímida Marie terminó llorando desconsoladamente – no fue la única – durante varios días tras la dramática despedida. Aquellos cinco días fueron jornadas de risas, conversaciones, fiesta de graduación de la hija mayor, juegos… y todo entre aquellas cuatro paredes de un alojamiento que al final resultó ser mucho más que un simple hotel.
Nuestro salvador de Riohacha
Con Jorge cometimos uno de esos errores que nos prometimos no realizar nunca. En la estación de Santa Marta se habían agotado todos los billetes hacia Riohacha, en el departamento de La Guajira. Un tipo, al que previamente había llamado la atención por intentar colarse y que también buscaba volver a Riohacha, nos propuso compartir un taxi e intentar conseguir un transporte privado y alternativo. Tal era nuestra desesperación ante este desajuste de planes y de tiempos en la ruta prevista que no nos pensamos la respuesta dos veces.
Una vez en el taxi, más relajados y racionales, nos miramos. Con la mirada claramente nos dijimos algo como “somos unos inconscientes”. Acabábamos de hacer lo que desaconsejaríamos a cualquier familiar o amigo. No había vuelta atrás. Fueron más de 2 horas en las que tensión y relajación fueron los estados de ánimo que se alternaban. Jorge era un hombre demasiado encantador como para ser verdad.
Aquel viaje terminó con un gran alojamiento buscado por Jorge, con una agradable cena con él y sus dos encantadores hijos y con su primo haciéndonos las veces de taxista al día siguiente. Aquella no fue la última vez que vimos a nuestro salvador de Riohacha durante nuestro viaje ni tampoco fue la primera y última vez que nos sentimos avergonzados por desconfiar de la amabilidad colombiana. Gracias Jorge.
Nuestro pueblo, Puerto Caracol
Múcura es una pequeña isla en el archipiélago de San Bernardo. Allí solo hay tres alojamientos turísticos y un desvencijado pueblo. Pueblo al que no irías si no fuera porque no hay mucho más que hacer. Y así fue, Puerto Caracol era lo único que se podía visitar en la isla de Múcura, más allá de los dos resorts que hay en la isla y sus playas.
Casas más humildes de lo que estábamos acostumbrados en Colombia y calles con más basura de la deseada es lo que nos encontramos al acercarnos a Puerto Caracol. Pero no importaba, estaban ellos. La parte realmente importante de este pequeño pueblo eran sus escasos 200 habitantes. Fue imposible aprendernos el nombre de todas las bellas personas que habitan este desmadejado pueblo, pero Viviana y José son una gran representación de todos ellos.
Nos supo a poco las dos noches que pasamos en esta isla. El azul del agua, el snorkel y la playa pasaron a un cuarto plano, lo verdaderamente importante y lo que hizo especial a Múcura fueron los habitantes de Puerto Caracol.
Los niños de Pijao
“Españoles, españoles salid a conocer a…» Esta fue la tónica de toda la tarde, noche y la mañana siguiente en este tranquilo y auténtico pueblo del concurrido Eje Cafetero. A nuestra llegada, nos entusiasmó ver las calles repletas, pero de niños jugando en vez de atestadas de turistas. Puedo afirmar que nunca había estado en un lugar con tantos críos. Se encargaron de que no nos marcháramos de allí sin conocer a cada uno de sus amigos de juego. Adorables y entrañables mocosos que me «acosaron» vía whatsapp durante semanas.
Para terminar, me gustaría aclarar algo: Más arriba comenté que no sufrimos ningún percance en 30 días, cosa que es cierta, al menos directamente hacia nuestra persona. Pero, como sabrás, durante los viajes no siempre todo es color de rosa y se puede vivir alguna que otra mala experiencia. En Colombia tuvo lugar en La Guajira, una zona habitada por la comunidad indígena Wayúu, con sus fuertes tradiciones y costumbres – te lo cuento en este artículo de la revista Yorokobu, -.
Que ¿si Colombia es seguro? Después de estas historias humanas y muchas otras que disfrutamos, espero que la seguridad en Colombia no suponga un freno en tu intención de visitar el país del café. Quizá, aún le queda un largo camino por recorrer, pero creo que merece la pena “correr el riesgo” de ir, ¿no crees?
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Gracias por visitar mi país, me encanto el articulo y ojalá muchos más se animen a visitarnos. Como tú lo dices nuestra mayor riqueza es la gente. Si vuelven visiten mi ciudad, Medellin, que ha florecido luego de ser una de las ciudades más peligrosos del mundo y hoy nos sentimos tan orgullosos de ella.
Hola Paula. Gracias por tu mensaje. Sí visitamos Medellín y nos encantó. Nos hubiera encantado estar más días. Para la próxima la descubriremos a fondo. Gracias por ser una gente tan amable y acogedora.
Un abrazo
Qué ganas nos han entrado de llegar a Colombia.
Los prejuicios son malos consejeros pero después de tantas cosas que te cuentan, que lees y, en tu caso, vives de cerca, es muy difícil controlarlos.
Enhorabuena pareja por sobreponernos a los miedos y disfrutar una vivencia tan intensa y tan bonita ❤️
Muchas gracias pareja por este comentario. Vosotros sabéis bastante acerca de este tema de los prejuicios. Seguro que antes de visitar México alguno existía y mira ahora, estáis viviendo allí.
Un abrazo para los dos
Lo mejor de los viajes es que puedes aprender y disfrutar de las experiencias inesperadas 🙂
Gracias por tu comentario. Totalmente de acuerdo.
Un abrazo
Las ganas de conocer a esta gente, poder aprender de ellos, compartir historias y todo lo bueno que tenga que ocurrir se disparan por momentos. Y más después de leerte, Daví.
Hola Daniel. Te recomendamos encarecidamente que visites este maravilloso país 😉
Un abrazote